Los seres humanos tenemos una influencia positiva o
negativa en aquellos con quienes convivimos, sobre todo en nuestros hijos, para
quienes solemos ser figuras significativas por excelencia.
El efecto Pigmalión es: cuando nos relacionamos con
una persona, le comunicamos las esperanzas que abrigamos acerca de ella, las
cuales pueden convertirse en realidad; las expectativas que una persona concibe
sobre el comportamiento de otra pueden convertirse en una "profecía de
cumplimiento inducido".
Los padres son para sus hijos espejos psicológicos
a partir de los cuales ellos van construyendo su propia imagen. Desde que nace,
el hijo se mira en sus padres y va aprendiendo lo que vale por lo que siente
que ellos le valoran.
Si tú, padre o madre, crees de verdad que tu hijo es
"más torpe que los demás" y que "no tiene iniciativa", le comunicarás,
aún sin pretenderlo estas expectativas negativas a través de tus gestos y de
tus palabras. No te extrañe, pues, que tu hijo acabe comportándose torpe y con
falta de iniciativa.
Por el contrario, si eres una persona que confía en su
hijo y estás convencido de que puede crecer y mejorar, tu "espejo" le
infundirá confianza y seguridad en sí mismo, y tu hijo asimilará positivamente
tu mensaje: "Puedes hacerlo si lo intentas seriamente. Verás cómo lo
consigues".
Así, tu hijo aprenderá a confiar en sus propios recursos y en sí mismo.
Consejos para
fortalecer la autoestima de tus hijos:
·
Cree en ellos, aliéntalos al empezar alguna actividad
que desean realizar
·
Reconoce sus logros.
·
Corrige cuando sea necesario, sin poner calificativos
·
Ten muestras de afecto físico como: abrazos, besos,
apretón de manos o palmadas.
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